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Consejos prácticos para identificar la depresión post vacacional, prevenirla y combatirla
Cuando parece que algo no encaja en nuestra vuelta a la realidad, cuando el mecanismo de adaptación a lo cotidiano no funciona, aparece lo que llamamos depresión postvacacional o síndrome postvacacional, que se suele manifestar con síntomas físicos y psicológicos.
Dentro de los síntomas físicos, los más frecuentes son el cansancio, las dificultades para conciliar o mantener el sueño o para tener un sueño reparador, el dolor muscular y la falta de apetito o la desorganización en las comidas.
Y dentro de los psicológicos, encontramos síntomas ansioso depresivos, que abarcan desde la irritabilidad o el nerviosismo, hasta la tristeza o la apatía.
Este cóctel suele conllevar un desajuste importante que genera bastante malestar en las personas que lo padecen y suele ir acompañado por una importante falta de compresión del entorno o por una actitud que infravalora la situación.
Menospreciar este síndrome no nos ayuda a comprender qué nos pasa, ni por supuesto cómo mejorar o cómo evitarlo.
Algunos consejos que nos pueden ayudar a no padecer este síndrome pasan por evitar el desajuste total durante nuestros días de descanso. Podríamos pensar que disfrutar al máximo y a tope cada segundo de nuestras vacaciones nos hará descansar más y podremos volver a la rutina con mayor sensación de plenitud y de haber descansado, lo que en teoría nos produciría una mayor sensación de bienestar y una mejor vuelta a lo cotidiano. Pero lejos de ser así, lo que conseguimos es justo lo contrario. Es muy recomendable para reducir el síndrome post vacacional que no volvamos con el tiempo justo para incorporarnos a la rutina, sino que podamos tener unos días de adaptación progresiva. También es recomendable, en el caso de que sea posible, no disfrutar todos los días de vacaciones juntos y partirlos en dos bloques.
En resumen, cuanto más nos distanciemos de nuestra rutina y menos tiempo dejemos para la readaptación progresiva, más difícil será la vuelta a nuestra vida cotidiana y más fácil será que aparezca este síndrome post vacacional. Y por supuesto, si nuestro trabajo nos gusta y en general nuestra vida nos parece satisfactoria, más fácil será la vuelta.
Cabe hacer una mención especial a los niños y adolescentes que, por supuesto, pueden sufrir este síndrome y que también necesitan unos días de adaptación progresiva después de unas largas, a veces larguísimas, vacaciones de verano. En estos casos convendría prestar atención al ajuste del niño o el adolescente al centro escolar. En los casos en que los niños o adolescentes no estén bien integrados o tengan algún tipo de dificultad, ya sea con los compañeros, profesores o en lo académico, la vuelta a la rutina será más dura y por lo tanto habrá mayor riesgo de que aparezca este síndrome post vacacional.
Y ahora, ¡mucho ánimo con septiembre!