- Vuelta al cole en tiempos de coronavirus - 01/09/2020
- ¿Por qué mienten los adolescentes? - 01/10/2019
Es importante aclarar que las mentiras no son exclusivas de la adolescencia: todos mentimos. En base a la etapa evolutiva, la intención y finalidad cambia. En la adolescencia se suele utilizar para evitar “una bronca” y en la etapa adulta para “dar una imagen” o por una “percepción personal de la realidad”. Es algo evolutivo, esperado, pero en base a la intensidad, justificación y grado de repercusión, habría que valorar la gravedad o patología de las mismas.
Las tareas del adolescente se centran en la búsqueda de la propia identidad y en la diferenciación con los padres, por lo que, en esta etapa, son frecuentes las discusiones y peleas como una forma de verse separados de éstos y reafirmarse a sí mismos. La confrontación adulto- adolescente es por tanto una necesidad y una puesta a prueba que hace el adolescente para comprobar que el adulto sigue ahí, pero por otro lado estas batallas pueden dar lugar a la aparición de mentiras como forma rudimentaria de manejar estos escenarios.
Por tanto, la mentira en estas edades funcionaría como defensa, y es un síntoma de un malestar interno, un indicador de que algo le está ocurriendo al adolescente que resuelve de la forma que le resulta menos complicada, pero que oculta una dificultad, impidiéndole afrontar la realidad. Por lo que, es más importante averiguar qué es lo que esconde esa mentira que el hecho de que mienta.
Normalmente mienten para evitar sentirse culpables, causar dolor, o como se ha mencionado anteriormente, respetar su individualidad a través de contraponerse a los deseos paternos. Se sienten en tierra de nadie porque se quieren ver independientes, pero todavía son muy frágiles para volar solos, por lo que viven en una eterna ambivalencia dependencia-independencia.
Para evitar que nuestros adolescentes nos mientan, una de nuestras tareas como padres y madres, debe centrarse en desarrollar la confianza en ellos. Comienzan a dar sus primeros pasos sin nosotros y necesitan sentirse apoyados para poder abrirse camino, experimentar y descubrirse a sí mismos. Como cuando empezaron a andar y tras alejarse dos metros necesitaban echar la vista atrás para asegurarse que seguíamos ahí, ahora debemos seguirles con la mirada pero dejarles que se tropiecen como forma de aprendizaje, transmitiéndoles que es en ese tropiezo donde está el crecimiento.
Debemos respetar su punto de vista cuando difiera del nuestro, entendiéndolo como una búsqueda de su propio yo distinto a nosotros. Al evitar que se sienta juzgado y que pueda expresarse libremente estaremos abonando el terreno crear un ambiente de confianza y seguridad.
Sin embargo, el caldo de cultivo para las mentiras es el ambiente en el que predomina el miedo y la represión, donde el autoritarismo es la base de la educación.
Cuando el modelo relacional familiar que se transmite es el uso de la mentira como recurso para la solución y enfrentamiento de los problemas. A veces no somos conscientes y no concebimos una mentira de un hijo, pero a lo largo de un día hemos mentido a nuestro jefe, a un amigo y a nuestra pareja. La mentira se convierte así en un modelo de conducta a imitar.
Cuando hay un nivel de exigencia alto en la familia el adolescente utiliza este recurso para no defraudar a sus padres y cumplir sus expectativas. Si no fomentamos la autoestima de nuestros hijos, estos tienden a compararse y sentirse inferiores, utilizando de nuevo la mentira para poder aparentar ser más frente al grupo. De esta forma se sienten socialmente aceptados, atribuyéndose los logros de los otros o inventándose los propios. Y nosotros como padres propiciamos su fragilidad y no la confianza en sus recursos y fortalezas.
Entonces, ¿Qué debo hacer si mi hijo me miente?
Es muy probable nuestra primera reacción sea tomárnoslo como algo personal y nos sintamos decepcionados, tristes, enfadados…Pero lo principal en este momento es descentrar nuestro malestar interno y ayudarles a que se sientan entendidos. Así les estaremos ayudando a crecer.
Las amenazas, castigos o sermones interminables no suelen tener efecto. Por tanto sentarnos a escucharles y realizar una reflexión conjunta y analizar la causa de la mentira resultará mucho más útil que centrarnos en castigar el acto de mentir.
También debemos tener presente que a estar edad es más importante realizar pactos o negociaciones con ellos que imponerles las normas. Mostrarnos flexibles y tolerantes y escuchar su punto de vista les ayudará también a ellos a desenvolverse en la vida adaptándose a los cambios y a defender su posición frente al otro.
Esto no quita que en determinadas situaciones debamos mostrarnos firmes en nuestra posición e imponer límites. Deben aprender que sus conductas tienen consecuencias y así se lo debemos hacer ver. Los límites a estas edades son importantes para frenar sus impulsos y hacerles sentir seguros.
Es importante fomentar su autonomía pero acompasarla con responsabilidad. El desarrollo de autonomía es progresivo e irá acompañado del cumplimiento de sus obligaciones.
Y por último debemos tener presente que la adolescencia es una etapa de la vida de nuestros hijos y que pronto ya no estarán con nosotros. Por ello, mostrarnos serenos les ayudará también a ellos a adquirir una calma interna y a sostenerse en este periodo de cambios donde sienten que todo tambalea. Mostrarnos cerca pero dejándoles distancia fomentaremos que aprendan a actuar según sus propios valores y a reconocer cuando se equivocan sin esconderse.
A sentirse seguros porque saben que estamos cerca y pueden confiar en nosotros pero también a empezar a volar solos. En definitiva, a ser honestos consigo mismos, valientes y auténticos.