La pérdida gestacional

”Perdimos al bebé que estábamos esperando”. Duelo, tabúes y mitos de la interrupción del embarazo

El título que da entrada a este texto anuncia una realidad tan común, como poco reconocida en la sociedad en la que vivimos. Y es que, la pérdida del bebé que se estaba esperando resulta, en muchas ocasiones, un tabú en sí misma. No es, en absoluto, frecuente oír de las mujeres que han sufrido una pérdida gestacional comentarios sobre ello de forma pública. Por el contrario, es algo que se tiende a esconder, a reservar para los más íntimos, y a veces, ni eso. La madre, no reconocida como tal por  la sociedad, esconde su maternidad al tiempo que intenta reengancharse  al “ritmo habitual” de la vida.

La dificultad de la sociedad para reconocer a estas mujeres como madres queda bien reflejada en la legislación vigente. Solo tras una reforma del año 2011, se considera “persona” al nacido vivo desde el mismo momento del alumbramiento.

¿Qué será entonces de los “no nacidos”? Sencillamente, no son considerados como personas. Están deslegitimados y, por lo tanto, sus madres no cuentan con el “permiso” para llorarlos. En España no existe el derecho a disfrutar de una baja de maternidad tras un aborto. La mayoría de las empresas tienen dificultades en transigir con las bajas por maternidad cuando hay bebé, con que, si no hay bebé sencillamente es algo que no contemplan y la legislación española tampoco lo prevé. En algunos países europeos se permite inscribir al “no nacido” en el registro civil con independencia del estadio de interrupción del embarazo. Al tiempo, se legitima a la madre poniendo a su disposición una baja maternal.

Si la interrupción de la gestación es un tabú social de primer orden, hay que decir que el visionado del embrión o del feto supone, de igual forma, un tabú social de gran magnitud. Si bien, durante la gestación se consideraban algo propio de cuidado, en el momento que fallecen se convierten en algo a “no ver”, a “no considerar como persona”, a olvidar. Hay madres y padres que rechazan ver al que hasta hace unos instantes consideraban su hijo/a. En cambio, otros piden poder tener acceso a él. Los hay incluso que, ante una primera negativa, finalmente acceden a verlo y, en ocasiones, ya no es posible. Los primeros responden más fielmente a este tabú social, los segundos parecen saber hacerle frente aunque tal vez se produzcan complicaciones en el duelo por el cambio de postura a última hora. No es raro que aparezcan sentimientos de culpa por “haberse negado” a despedirse de él.

Algunos autores indican que ver al hijo fallecido permitirá elaborar el duelo de mejor manera. La realidad es que no todo el mundo necesita ese punto de partida. Lo que sí está demostrado es que no se puede afrontar el duelo por alguien con quien no estamos vinculados emocionalmente. Por ello, el mejor punto de partida podrá ser quedarnos con aquella imagen que nos permita conservar el recuerdo amable de la que siempre será nuestra hija o hijo. La mitificación del bebé es muy posible, ya que los padres no pueden contrastar la realidad vivida con el que habría sido su hija o hijo y la idea que se hicieron durante el embarazo.

Un caso normalmente particular de las pérdidas avanzadas es la subida de la leche. Es una realidad dolorosa que se vive como un tabú. Estas madres “no oficiales” no hablan de una realidad que les recuerda de forma insistente que no hay hijo o hija al que amamantar. No suelen tomar medidas para aliviar los síntomas; dolor mamario, sensación de llenado en los pechos… producidos por su subida.

Siendo consciente que no hemos hecho sino arañar la superficie de este complejo tema, me gustaría enunciar un último mito bastante extendido. Se suele pensar que los padres no sufren el duelo igual que las madres. Sin embargo, el uso extendido de ecografías y ciertos cambios sociales han hecho que los padres se involucren más y más en los procesos gestacionales. Los padres, obviamente,  no perciben el embarazo desde el primer momento por lo que, cuando se produce la pérdida temprana, es posible que aún no se hayan hecho una idea de su nuevo rol de padre. Por consiguiente, su inmersión en el tránsito del duelo podrá tener unos tiempos distintos a los de la madre.

 

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