Envejecer de forma saludable

Beatriz Rescalvo Aracil
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¿Qué entendemos por tercera edad?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “a todo individuo mayor de 60 años se le llamará de forma indistinta persona de la tercera edad.” Sin embargo, no hay un consenso acerca de cuándo se entra a formar parte de la tercera edad. Según la cultura y la sociedad a la que se pertenezca se puede considerar tercera edad a partir de los 60 o de los 65.

A lo largo de los años, se ha producido un aumento considerable de la esperanza de vida (en España se ha duplicado en apenas cuatro generaciones), con lo cual una etapa que años atrás acostumbraba a ser corta se ha equiparado en años con otras fases del ciclo vital. Además, no solo vivimos más años, sino que también nos mantenemos más años en plenas facultades. Así pues, lo que acostumbrábamos a entender como tercera edad, hoy día ya no la definiría; no es más que un estereotipo anticuado.

El papel de la tercera edad en las familias de la sociedad actual es decisivo, tanto a nivel económico en muchos aspectos como logístico (familias que viven de las pensiones de sus mayores o que delegan el cuidado de los hijos en ellos). Sin ellos muchas familias no podrían hacer frente a su día a día.

¿Qué cambios son propios de la tercera edad?

La tercera edad se caracteriza por cambios a nivel físico, cognitivo, emocional y social; la marcha de los hijos, la jubilación, la pérdida del cónyuge, el deterioro físico o desarrollo de enfermedades son algunos cambios a los que las personas mayores tarde o temprano deben enfrentarse. La vida tal y como la han conocido hasta el momento sufre ciertas modificaciones, y por lo tanto, la forma en la que acostumbraban a funcionar ya no es adaptativa. Los roles que han venido desempeñando ya no son necesarios y hay que buscar nuevas formas de definirse. Un cambio de etapa en el ciclo vital exige nuevas formas de manejarse ya que la realidad a la que nos enfrentamos es diferente y no nos va a servir seguir respondiendo de la misma manera. Esta es la clave, la aceptación de los cambios propios de esta etapa y su correspondiente adaptación. La actitud con la que enfrentemos el envejecimiento es decisiva para el bienestar y la calidad de vida que podamos llegar a alcanzar. Se podría vivir la tercera edad como un buen momento para reinventarse y una oportunidad para dar cabida a aquellas actividades o facetas de uno mismo que en otras etapas por estar cargadas de deberes y responsabilidades no ha sido posible.

Hay que darle visibilidad a la tercera edad para entender que también puede ser una etapa satisfactoria de la vida, en la que hay que seguir estableciendo objetivos y promoviendo la máxima autonomía e independencia dentro de las circunstancias de cada uno.

Sentimientos o sensaciones que pueden surgir en la entrada a la tercera edad

Es habitual cuando se llega a este momento albergar sentimientos de frustración, impotencia, desesperanza, tristeza, inquietud, incertidumbre o incluso miedo. Lo importante es saber detectarlos para así poder combatirlos de la mejor manera posible. Es una etapa caracterizada por las pérdidas (salud, capacidades/habilidades, amigos y familiares, trabajo). Surgen nuevas necesidades a las que hay que darle respuesta. Si uno solo no puede sobreponerse a estos sentimientos, es importante saber pedir la ayuda profesional adecuada. Muchas veces, cuando las personas mayores tratan de compartir con su entorno sus miedos o quejas acerca de su envejecimiento o incluso el poder hablar de lo que sienten frente a la idea de su propia muerte, se encuentran actitudes por parte de los familiares de minimización, negación, bloqueo e incluso enfado. No es raro que las personas del entorno del mayor tiendan a tener respuestas del tipo “ya me gustaría estar así con tu edad”, “no digas esas cosas”, “con lo bien que estás”. Esas verbalizaciones no sólo no ayudan, sino que les hace sentir muy incomprendidos. Surge la necesidad de revisar la propia historia vital y muchas veces también el deseo de compartirla y en ocasiones la familia no está disponible para escuchar. Llegados a este punto, es donde la terapia psicológica puede ser de gran ayuda. El psicólogo puede facilitar la adaptación a los cambios propios de esta etapa. El objetivo es que el paciente pueda llevar una vida más fácil, que entrene aspectos recuperables de sí mismo y evite que se deterioren otros aspectos relevantes de su persona.

¿Cómo contribuir a un buen envejecimiento?

  • Promoción de hábitos de vida saludables (actividad física, actividad cognitiva para el buen mantenimiento de la memoria y atención, dieta equilibrada, higiene del sueño, evitar consumo abusivo de alcohol y tabaco, revisiones médicas periódicas, evitar accidentes adaptando la casa a nuestras nuevas necesidades).
  • Fijarse objetivos que permitan mantener rutinas y responsabilidades.
  • Fomentar las relaciones sociales y la participación en actividades lúdicas y de ocio (el trato con iguales facilita el poder compartir experiencias y sentimientos propios del momento vital).
  • Mantener una participación activa en la familia (siempre sin sobrecargarse y sin olvidar poner límites para proteger su tiempo y espacio o bien pedir ayuda cuando sea necesario).

En definitiva, si nos cuidamos y prestamos atención, la tercera edad puede ser una etapa de serenidad y de estabilidad que nos permita vivir nuevas y buenas experiencias.

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