Efectos de la era de la sobreinformación

Beatriz Rescalvo Aracil
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Aristóteles ya hablaba de que en el punto medio está la virtud. Se trata de no compensar la falta con el exceso. Hemos pasado de un problema de desinformación que generaba tremenda incertidumbre, a estar sobreestimulados con tantas noticias. Estamos permanentemente conectados, nos llegan noticias de forma constante por todos los canales de comunicación a los que estamos expuestos y de los que participamos. Ni siquiera tenemos que decidir buscar activamente la información de lo que está ocurriendo en el mundo, porque en tiempo real y a través de internet y sus notificaciones constantes, somos receptores de ésta queramos o no. 

La emisión repetitiva y compulsiva de malas noticias nos lleva a un estado de vulnerabilidad y amenaza permanente. La forma en la que muchos medios transmiten las noticias es dañina porque va más allá de dar información, buscan provocar una emoción en el receptor que le mantenga enganchado a querer saber más. Aquí es donde entra el morbo, los detalles innecesarios, las imágenes impactantes y, muchas veces, poco respetuosas, emitidas una y otra vez. Es importante detectar el sensacionalismo con el que cada vez más se trata la información a la que estamos expuestos. El sensacionalismo, según su definición en el diccionario, sería la tendencia de algunos medios informativos a presentar las noticias destacando sus aspectos más llamativos, aunque sean secundarios, con el fin comercial de provocar asombro o escándalo. Hay que tener especial cuidado con las noticias apocalípticas que lo único que provocan es pánico y caos en los receptores y sensación de indefensión. Esta exposición a la información sin control no pasa desapercibida para nuestro estado emocional, tiene sus efectos. El doctor Eduard Estivill, especialista en medicina del sueño, habla del “síndrome de la fatiga informativa” que trata del efecto negativo que tiene la sobreinformación como fuente de estrés para nuestro cerebro.

La sobreinformación nos coloca en un estado de tensión continuo que puede llevarnos a la confusión y a la incertidumbre. Frente a tantas noticias catastrofistas captamos demasiadas señales de alarma que nos sumergen en estados permanentes de amenaza y alerta. Vivir con la sensación de peligro constante hace que estemos en posición de defensa, hiperactivados. Es de esta manera como aparece el estrés y la ansiedad. Como forma de afrontamiento de este estrés, ponemos en marcha diferentes formas de protegernos. Buscamos mecanismos de defensa tales como deshumanizarnos, que no es otra cosa que desconectarnos; o nos obsesionamos con aquello que está pasando como si no hubiese ninguna otra realidad sucediendo al mismo tiempo. 

El no poder contemplar otras realidades diferentes nos genera desesperanza y miedo. El pánico nos lleva a obsesionarnos con aquello que nos da miedo e iniciar una búsqueda incesante de información como si así pudiésemos adelantarnos a los acontecimientos y así sentir más control para lidiar con la incertidumbre. Muchas veces nos resistimos a las emociones que nos generan las noticias. Intentamos racionalizarlas y, desde ahí, buscamos a través de más información la comprobación de si debemos preocuparnos o no, a veces de una manera compulsiva. En esta práctica nos vemos en ocasiones afectados por el sesgo de confirmación que habla de la tendencia a favorecer, buscar, interpretar y recordar la información que confirma las propias creencias o hipótesis, dando desproporcionadamente menos consideración a posibles alternativas. 

Este catastrofismo e idea tremendamente amenazante del mundo que se transmite a través de los medios de comunicación dificulta la confianza, la esperanza y la posibilidad de proyectarnos en el futuro tan necesarios para nuestro equilibrio y bienestar emocional. 

Un ejemplo de caos y pánico provocado por la sobreinformación y el mal uso de ésta fue lo sucedido en la población durante el comienzo del confinamiento en la pandemia. Entre las noticias falsas que circulaban por todos los canales, sobre todo redes sociales y el alarmismo de los medios, se produjo en realidad una situación de desinformación que llevó a la sociedad a tomar muchas decisiones desde el pavor más absoluto. Las decisiones tomadas desde el miedo y no desde la prudencia o el sentido común no suelen ser muy acertadas y ajustadas a nuestras necesidades. La prueba de ello fueron las compras compulsivas y los asaltos a los supermercados agotando bienes de primera necesidad que a su vez provocaba más pánico que llevaba a reforzar esa conducta por si hubiese que protegerse de un desabastecimiento importante. Al enfrentarnos como sociedad a una crisis totalmente novedosa cualquier información era utilizada para calmar la ansiedad por la incertidumbre. Y es en este tipo de situaciones en las que se debe ser todavía más cuidadosos con la información a la que accedemos, asegurarnos de que sea fiable.

Para poder cuidarnos de la información y de las malas noticias y regular así niveles de preocupación desproporcionados que se puedan generar es importante tener en cuenta algunas recomendaciones tales como:

  • Dosificar la información.
  • Reducir el tiempo de exposición, desconectar durante el día del mundo de la información por un periodo suficiente.
  • Siempre acudir a fuentes de información fiables, es decir, ser selectivos con los medios de comunicación a los que acudimos. Importante que sean medios reconocidos por su rigor periodístico e imparcialidad.
  • Contrastar las noticias a las que accedemos con las emitidas por otros medios de comunicación para identificar incoherencias o informaciones contradictorias.
  • Hacer un cribado de contenidos eficaz, esto es filtrar la información relevante, creíble y necesaria para no sobre informarnos con detalles insignificantes que, sin embargo, generan ruido y carga mental.
  • No hacer generalizaciones. Saber contextualizar.
  • Distinguir opiniones o interpretaciones de la información veraz y objetiva.
  • No focalizarnos en una noticia o temática en concreto como si no hubiese otras noticias sucediendo al mismo tiempo. Ayudará a que no nos obsesionemos.
  • Evitar quedarnos solo con los titulares porque a veces nos lleva a equívocos.
  • Identificar las fake news. Tener especial cuidado con las noticias que llegan a través de whatsapp que no suelen ser fiables. No participar reenviándolas.
  • Bloquear notificaciones para no estar constantemente conectados en directo a todo lo que sucede y elegir cuando queremos informarnos. 

En definitiva, la información nos permite tomar mejores decisiones y más libres, pero en exceso, nos esclaviza. Debemos tener cuidado con reducirnos a ser meros espectadores de las noticias que recibimos sin que medie un cuestionamiento o reflexión acerca de lo que estamos escuchando. Es importante no tratar la información a la que accedemos como si fuese una verdad absoluta.

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