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El invierno supone, para el conjunto de los seres vivos, la estación de menor actividad de las cuatro en las que venimos organizando un año natural. El mayor número de horas de oscuridad provoca que nuestro cerebro genere una mayor cantidad de melatonina, una neurohormona implicada en la inducción al sueño. La menor exposición a la radiación solar produce igualmente unos ajustados niveles de serotonina, la cual está relacionada directamente con el estado de ánimo que sentimos. Sirva como ejemplo que una gran cantidad de los psicofármacos antidepresivos procuran asegurar niveles adecuados de esta sustancia.
Con la llegada de una mayor intensidad lumínica, así como de un aumento del número de horas de exposición solar, la producción de ambas sustancias se ve invertida. La cantidad de melatonina que genera el cerebro baja, mientras que suben los niveles de serotonina. Este esquema debería provocar una menor necesidad de dormir en la persona y un estado de ánimo más expansivo. De hecho, es conocido que en el caso del trastorno bipolar existe una mayor ocurrencia de fases maníacas con la llegada de la primavera. Sin embargo, y en contra de lo esperado, no todos nosotros respondemos de la misma forma al aumento de horas de luz. Una parte importante de la población sufre, con la llegada de esta estación, lo que se conoce como
astenia primaveral.
La astenia primaveral viene caracterizada por cansancio diurno, dificultad para conciliar el sueño, agotamiento físico, dificultades de concentración, incluso descenso del deseo sexual y,en general, falta de energía para realizar actividades de la vida diaria. Sin embargo, no mediando enfermedad orgánica, la mayoría de nosotros nos readaptamos en menos de dos semanas.
Durante la época más oscura del año los niveles de melatonina y serotonina están ajustados a las horas de luz. Con la llegada de la primavera, las horas de luz empiezan a ampliarse de forma llamativa (algo que forzamos con el cambio de hora en marzo) y es posible que no todos logremos adaptar nuestros niveles de estas sustancias a las demandas externas. Con la mayor exposición al sol y el aumento de su intensidad se producen cambios conductuales y sociales en nosotros. Buscamos estar más al aire libre y entramos más en contacto con amigos, familiares y conocidos.
Si bien la astenia primaveral no es una enfermedad y no es posible prevenirla, sí podemos hacer algo para ayudarnos a readaptarnos más rápido a las nuevas demandas del entorno:
- Es importante que mantengamos una dieta equilibrada. Debemos ingerir fruta, hortalizas y verduras, sin olvidarnos de las proteínas (carne, pescado y huevos). Especial mención merecen aquellos alimentos que favorecen la secreción de serotonina como el aceite de oliva, los cereales integrales, las nueces o los quesos frescos;
- Debemos procurar mantener una correcta higiene del sueño. Estableceremos una rutina a la hora de irnos a dormir haciendo uso de rituales que nos induzcan al sueño (luz tenue en el cuarto, ducha de agua caliente…);
- Igualmente, intentaremos establecer, de forma diaria, una rutina de ejercicio de tipo moderado (de 30 min a 1h). Es sabido que el ejercicio genera endorfinas que favorecen la relajación del cuerpo. No obstante, es importante finalizar dicha actividad física al menos doshoras antes de irnos a dormir;
- Nos debemos de mantener correctamente hidratados, bebiendo al menos 2 litros de agua al día;
- Por último, evitaremos abusar de sustancias excitantes como el café, el té, etc. De igual forma, intentaremos reducir el consumo de bebidas alcohólicas (especialmente de alta graduación) yaque favorecen la deshidratación y con ello la sensación de agotamiento.