Afrontar las navidades con una silla vacía

Noa Sánchez-Cabezudo Hernández
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La compañía de alguien importante para nosotros, es un regalo que no siempre sabemos apreciar. Estas Navidades vamos a tener que plantearnos unas celebraciones donde estará presente la ausencia.

Parece que las circunstancias nos van a obligar a adaptarnos a una “Nueva Navidad”, en la que, a lo mejor, tendremos que guardar más distancia con nuestros familiares o, incluso, tendremos que celebrarla con la ausencia de algunos de ellos debido a las nuevas medidas establecidas que limitan el número de asistentes a las cenas de Navidad. Lo más probable es que tengamos que reinventar nuestra forma de celebrarla, con el esfuerzo psicológico que ello supone.

Afrontar por primera vez una Navidad tras la pérdida de un ser querido, es una tarea difícil por la que muchas familias van a tener que pasar debido a la pandemia. Hay familias que van a tener que sentarse en una mesa con sus familiares para sentir la dura experiencia de no poder compartir las navidades con un ser querido porque, en su lugar, habrá una silla vacía.

Las primeras Navidades son tan duras que lo primero que suele pasarnos por la cabeza es no celebrarlas. Hacer una celebración puede suponer un esfuerzo enorme que nos sobrepase emocionalmente. Cada persona debe decidir qué es lo más adecuado para sí mismo, y una opción puede ser no celebrarlas. Por otro lado, las celebraciones Navideñas, son un evento que ocurre todos los años y, en algún momento, habrá que enfrentarse a la desagradable situación de vivirlas con la ausencia del ser querido. Posponer el dolor nos puede servir temporalmente pero, tarde o temprano, tendremos que enfrentarnos a él.

Si decidimos afrontar las Navidades, habrá que tener en cuenta cómo enfrentarnos a esa situación. Celebrar la Navidad como todos los años nos puede llevar a pasar un mal momento. Intentar aparentar que son unas Navidades más como si no hubiera pasado nada, puede llevarnos a tener que ocultar nuestro dolor ante otros miembros de la familia. Esta opción nos puede agotar psicológicamente y puede generar malestar en todos los miembros de la familia que pueden percibir esta ocultación, generándose estrés y un ambiente de poca comunicación.

Algunas familias en esta situación, realizan una reunión antes de Navidad para poder dar la opción a cada miembro de la familia (incluyendo a los más pequeños y adolescentes) de expresar cómo quieren vivir la Navidad que se avecina, dando un espacio para expresar tanto las preocupaciones, como lo que les produce angustia.  Se trata de salir de la máscara de “no ha pasado nada” que se suele poner para proteger a otros miembros de la familia.  Esto puede facilitar la expresión y generar un ambiente más cómodo y comunicativo.

Dicen que el dolor cuando se comparte parece que se hace más llevadero. Escuchar las propuestas de los miembros de la familia para dar un espacio al dolor que nos va a acompañar ese día, puede hacer que también nos podamos permitir sentimientos más agradables.

 

¿Cómo podemos celebrar la primera Navidad sin un ser querido?

Introducir algún ritual para acordarse de la persona que no está, puede ayudarnos a transitar por el dolor. Dar un espacio en la celebración para acordarse del ser querido suele hacer que los miembros de la familia se encuentren más cómodos. En algunas familias se deja una silla vacía la primera Navidad, como recordatorio de la persona que falta, y en otras familias esto es demasiado y prefieren dedicarle unas palabras.

Ver el dolor en otros miembros de la familia, puede hacer que salgamos de nuestro propio dolor para ejercer un rol de cuidador. En el proceso de duelo, es importante entrar y salir del dolor, por lo que salir de nuestro dolor para cuidar a otros puede ayudarnos. El problema lo solemos tener en los extremos. Cuando cuidamos de los demás sin poder hacer otra cosa, por no enfrentarnos a nuestro propio dolor o, cuando no somos capaces de salir del nuestro.

Para proteger a los niño/as y lo/as adolescentes, muchas familias no les incluyen en los momentos difíciles, y ser partícipes suele hacer que se sientan incluidos. En las Navidades, se van a tener que enfrentar a la ausencia del ser querido, por lo que es importante tenerles en cuenta ajustando, eso sí, el contenido de lo que decimos a la edad del niño/a o el/la adolescente. Los adolescentes, por ejemplo, necesitan saber si van a tener permiso para salir en las Navidades cuando hay una perdida en la familia. Algunos adolescentes se quedan en casa desde el ocuparse del dolor de los adultos, y es mejor que se les pueda liberar de esa carga o esa culpa.

Aún en estas “Nuevas Navidades” puede que tengamos encuentros sociales con otras personas que pueden no saber que hemos perdido a un familiar, y el tener que informarles puede ser muy doloroso. Hay que estar preparados por si se escapa la emoción para dejarnos llevar por ella. El llanto contenido hace que no nos encontremos bien, y a veces hay que dejar que el corazón se rompa porque es lo que necesitamos. Otras veces necesitaremos protegernos, porque no tenemos la confianza suficiente. Identificar qué necesitamos para poder permitirlo, puede hacer que la persona se sienta aun con dolor, un poco mejor, por estar haciendo algo coherente con lo que siente.

Las primeras Navidades sin el ser querido, suelen ser las más difíciles, pero hay que tener en cuenta que las segundas suelen ser mejores.

El precio que pagamos por establecer una relación en la que tenemos amor, es que la podemos perder. La pérdida forma parte de vivir la vida. El olvido de una persona a la que has amado es imposible. Se trata de aprender a vivir con su ausencia, sabiendo que ha formado parte de tu vida y que, mientras vivas, será parte de tu experiencia vital. Aprender a sobrellevar las pérdidas puede ser un proceso largo, del que podemos aprender. Las Navidades nos dan la oportunidad, a la larga, de acordarnos de quienes nos han dejado, y de poder agradecer que formaron parte de nuestra experiencia vital como personas.

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