Afrontar la Navidad sin miedo a las adicciones y los abusos

Inmersos como estamos en pleno mes de diciembre, la Navidad y todo lo que la rodea se nos echa encima irremisiblemente. En efecto, llega, puntual a su cita anual, el que es para muchos el momento más difícil del año. Sí, es entrañable pensar en regalos, en cenas y comidas con familiares y amigos, en compromisos laborales… Pero a veces también es estresante. Porque se acumulan y hasta se solapan (comida y cena en un mismo día, por ejemplo). Y no siempre queremos acudir, sino que debemos hacerlo por ‘quedar bien’ con la familia o los jefes.

El caso es que, queramos o no, con frecuencia nos vemos envueltos en una vorágine de encuentros sociales en los que los excesos son parte esencial de la “diversión”. Seamos sinceros: ¿Cuántas veces nos hemos excedido en la comida, la bebida o el tabaco? A menudo, a estos tres elementos se le suman otras sustancias de curso ilegal, así como conductas como el juego o las compras, igual de poco recomendables.

Si desgranamos el problema, se entiende que el peligro de estos eventos, tan frecuentes las semanas previas a la Navidad, surge cuando lo esporádico y puntual llega a convertirse en hábito. Es en ese momento cuando pasamos a comprometer nuestra salud física, pero también la mental. Y las consecuencias a corto y a veces a largo plazo pueden llegar a ser muy graves. Como hemos visto hasta ahora, los riesgos de estas fechas son varios. Hagamos un repaso de cada uno de ellos:
Alcohol. La cerveza del aperitivo, el vino de la comida (a veces blanco y tinto), el cava del brindis o el licor de la sobremesa…. Sí, bebemos más de lo habitual. Tanto que se disparan de forma alarmante las multas de tráfico. Pero lo que es más grave, los accidentes de coche, las peleas y los enfrentamientos.

Tabaco. El consumo de tabaco está asociado a las relaciones sociales, pero también a la ingesta de alcohol, de modo que es frecuente fumar más de la cuenta durante estas fechas tan sociales. Además, se observa un aumento del riesgo de recaídas en personas que llevaban abstinentes varios años.
Sustancias ilegales. La sensación de fiesta continua, el ‘tener que aguantar’ más tiempo pasándolo bien, compaginar las salidas nocturnas con el trabajo…. Las excusas para consumir este tipo de sustancias en esta época son muchas, pero las consecuencias graves, también: discusiones, ingresos hospitalarios, episodios psiquiátricos. Y es así, tanto en consumidores no habituales como en habituales, que aumentan llamativamente su consumo. Hasta tal punto es así que es frecuente que en las semanas posteriores a la Navidad haya un incremento de inicios de tratamiento por especialistas, provocados por situaciones de consumo abusivo.

Alimentos hipercalóricos.
Es innegable: todos comemos más de lo habitual en estas fechas. Y no sólo más cantidad, si no que se modifican los hábitos, pasando a hacer ingestas hipercalóricas con mayor frecuencia. En muchas ocasiones la Navidad termina con varios kilos de más y —eso sí— el firme propósito de año nuevo de perder peso. ¡Cuidado! Esas buenas intenciones pueden llegar a potenciar algún trastorno de conductas alimentarias ya existentes.

Compras. Amigos invisibles, regalos familiares, detalles para los compañeros de trabajo, para el grupo de padres, para los profesores…
Todos estos paseos a las tiendas y los centros comerciales pueden derivar en compras compulsivas y un exceso de gasto no previsto cuyo pago puede llegar a arrastrarse durante
meses. Más aún hoy en día, con el uso de internet, las tarjetas de crédito y las fuertes campañas publicitarias navideñas.

Juegos de azar: Parece que en estos días todo abuso está permitido. También, por supuesto, en los juegos de azar (¿quién no compra unos décimos de lotería extra?). En efecto, se observa un aumento significativo que puede llevar a realizar gastos excesivos con la falsa promesa de obtener una recompensa económica que raramente llega. Esta situación puede llegar a comprometer la economía doméstica.

Alteraciones del estado de ánimo. Las exigencias sociales y familiares, los regalos y los gastos excesivos, aderezados con las prisas y el querer llegar a todo… Todo ello provoca que los síntomas de estrés y la tristeza (echar de menos a quien no está ya con nosotros, o añorar determinadas situaciones del pasado) aparezcan a menudo en estas fiestas.

Sin embargo, no hay que pensar que la Navidad es una amenaza para todos. Ni tan siquiera para los propensos a determinadas actitudes o sensaciones. Sencillamente hay que estar algo alerta si se observa un aumento del malestar o posibilidad de ello. Solemos creer que ese desasosiego, esa depresión y ese estrés pasarán al acabar las fechas. No siempre es así. Y cada vez es más frecuente que personas que sufren estos cuadros de ansiedad o malestar psicológico pidan ayuda. Es la actitud correcta.

La lucha en solitario contra las adicciones es uno de los pasos más frecuentes antes de iniciar tratamientos con profesionales especializados, y una de las fuentes principales de frustración en este campo. Además del malestar inherente a estas situaciones, debemos añadir el sufrimiento que genera no encontrar salida, así como la soledad que se genera por sentimientos como culpabilidad o indefensión. En el uso o el abuso de sustancias o adicciones comportamentales, por ejemplo, estas sensaciones pueden provocar una demora excesiva en la petición de ayuda.

Tanto que se puede llegar a patrones de dependencia graves que precisen medidas más severas.

Pedir ayuda es un signo de fortaleza y valentía. Es el mejor camino para resolver situaciones enquistadas o que, a pesar de nuestros esfuerzos, se repiten en el tiempo.

Quizá, estas navidades, puedan traer un propósito más realista , teniendo en cuenta que la fuerza de voluntad no es la única herramienta. Que podemos estar necesitando ayuda profesional. Quizá estas navidades podamos empezar a resolver nuestros problemas de una manera más efectiva. Quizá estas navidades podamos dejar paso a otra forma de vivir.

¡Feliz navidad para todos!