¿A mayor consumo, mayor bienestar?¿Dónde está el límite?

Rocío Hernández Bahlsen
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Existen distintos factores que nos llevan a consumir más recursos de los que necesitamos. Para ello es necesario tomar conciencia de nuestra manera de hacer uso de los recursos disponibles y de la función que cumplen en nuestras vidas.

Hoy en día, no consumimos sólo para cubrir nuestras necesidades básicas. El consumo forma parte de nuestro día a día y aspira a ser el responsable de nuestra felicidad, cubrir vacíos emocionales o disimular dificultades relacionales. Poseer, hacer uso y gastar determinados recursos se está convirtiendo en una manera de ser y de estar en el mundo, en las relaciones y con nosotros mismos. El consumo ya no sólo sirve para satisfacer necesidades, ahora también satisface nuestros deseos. No lo necesitamos, pero lo deseamos. Siempre queremos más. Una casa más grande, un coche mejor, el último modelo de un determinado teléfono, las zapatillas de moda, viajar a islas paradisíacas, más ropa, otro ordenador, otra red social, etc.

Algunas de las variables que influyen en nuestra manera de consumir son:

  • Pertenencia: Necesitamos sentirnos parte del mundo, de la sociedad. Formar parte de un sistema cultural determinado, un nivel socioeconómico, un grupo social o una familia. Consumir determinados bienes y servicios nos permite materializar este “ser parte” y además, nos permite distinguirnos a nivel identitario.

 

  • Identidad: Poseer y/o hacer uso de ciertos recursos nos hace sentirnos reconocidos y nos ayuda a identificarnos y diferenciarnos de nuestros iguales. Sentirnos identificados con determinadas prendas de ropa, ocio u otros servicios, nos ayuda a definirnos, nos da significado.

 

  • Gestión emocional: el ritmo de vida que llevamos, la inmediatez o la sobre estimulación a la que estamos expuestos son algunas de los factores que nos empujan a buscar fuera y del mismo modo la “solución” a nuestras carencias o dificultades afectivas. De alguna manera hemos mal entendido que el bienestar y la realización está en tener, que las relaciones son aquí y ahora, y que un fin de semana sin planes es motivo de insatisfacción. A pesar del esfuerzo y muy a nuestro pesar, acabamos dándonos cuenta de que la tristeza no se pasa comprando, una relación no se construye ojeando un catálogo a golpe de clics y estar más ocupados no nos hace más felices.

Según datos extraídos de estudios sobre comportamientos consumistas en la Unión Europea, al menos un 4% de los ciudadanos padecen un problema de adicción consumista y un tercio de la población sufre problemas de compra impulsiva y dificultades en la gestión del gasto. Este porcentaje crece en población joven, ya que están expuestos a una mayor vulnerabilidad.

Los comportamientos de compra desmedidos e impulsivos esconden tristeza e insatisfacción. Caemos en un círculo vicioso tratando de encontrar en la compra y obtención de bienes, el alivio a la sensación de vacío que el propio consumismo genera.

Dudo que trabajar en construir un estilo de vida no consumista en la sociedad actual fuese posible sin dejar de formar parte de ella. Sin embargo, estoy convencida, no sólo de la posibilidad, si no de la necesidad de prevenir problemas relacionados con el consumo y de educar en el uso responsable de los recursos.

Hay aspectos que podemos tener más en cuenta o de los que podemos estar pendientes para prevenir el malestar asociado al consumismo, como por ejemplo:

  • Preguntarnos si realmente necesitamos o vamos a utilizar lo que vayamos a consumir
  • Tratar de no compararnos con los demás
  • Sacar provecho de las cosas que aún pueden ser utilizadas
  • Valorar y agradecer lo que sí tenemos
  • Gestionar nuestras emociones de un modo más adaptativo y saludable
  • Apostar por el aprendizaje, por vivir experiencias, invertir en crecimiento personal

A veces hace falta ir un poco más allá, plantearnos un cambio de actitud. Cuestionarnos si realmente nos proporciona bienestar poseer, usar, gastar… Es importante aprender a disfrutar de las cosas sencillas, de lo que nos sucede, de los paisajes, de compartir con las personas que queremos. La vida no debería girar en torno al trabajo, lo que gano, lo que tengo o lo que hago. Deberíamos trabajar en vivir una vida de la que nos sintamos orgullosos, ese será en muchos casos, nuestro único legado.

La realización personal, la felicidad y el bienestar, no correlacionan con un mayor consumo, al contrario. Está demostrado que cuanto más consumimos, más insatisfechos nos sentimos y más alejados del verdadero propósito de la vida estamos. Actualmente no podemos no ser una sociedad consumista, pero sí podemos cuidar determinados aspectos para no caer en la engañosa trampa de que consumir nos hará más felices.

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